Esta es una sociedad de adicciones y dependencias. Aunque es negable y podemos decir que es un fantasma, o una dependencia tan general que nadie lo nota, la primera de ellas sería la dependencia al dinero.
Y sé que dirán que el dinero no es una dependencia, sino una necesidad, lo cual es cierto hasta cierto punto, pero también es cierto que en las grandes urbes y concentraciones de gente, el objetivo más marcado en un gran sector de la sociedad es el de tener la mayor cantidad de dinero posible, para, según ellos, asegurar su bienestar. Pero en realidad todo lo anterior es simplemente un punto de vista personal, de alguien que nunca ha tenido problemas financieros graves y no tiene nada que ver con mi tema.
De este modo sería mejor hablar de otra clase de adicciones, por supuesto. En primer lugar podríamos hablar del tabaquismo, dependencia causante de más de un millón de muertes anuales solo en Europa, o del alcoholismo, responsable de incontables accidentes automovilísticos de fin de semana.



Aunque en realidad los efectos de esta droga a nivel sensorial son muy variados, casi tan variados como la personalidad de la persona que la consume, en lo que muchos coinciden es que se trata de una planta completamente inofensiva, basándose en que los hechos de violencia relacionados con el consumo de la marihuana, en comparación con los que se relacionan con el alcohol, son mucho menores. Estadísticamente hablando, no ha existido en la historia registro alguno del deceso de una persona por sobredosis de marihuana, aunque es cierto que puede causar asma y enfisema pulmonar, cáncer de lengua y paladar y alguna veces cáncer de pulmón, pero esto es debido a la inhalación humo y no por los efectos y consecuencias de la sustancia activa como tal. De hecho, hace ya algunas décadas se hizo un experimento, muy conocido, en la que a un perro se le administró lo equivalente a tres veces lo que se creía en ese tiempo, era la dosis letal necesaria para matar a una persona. Pese a lo que se esperaba, el cánido durmió durante casi tres días continuos, y al despertar, el único efecto fue una terrible hambre y sed. Tras el experimento, no se observaron cambios apreciables en el comportamiento de nuestro peludo amigo y héroe. Otro punto apreciable es que, en estudios más recientes, se ha demostrado que las personas que consumen marihuana habitualmente, no son dependientes de la sustancia a nivel fisiológico como lo llegan a ser, por ejemplo, los adictos a la cocaína, a la heroína o al alcohol, e incluso ciertas drogas de prescripción médica, como el clonazepam o el rivotril, pero si es importante recalcar que si puede llegar a crear cierto grado de dependencia psicológica, que puede ser vencido bajo observación clínica menor y sobre todo, la disciplina y voluntad del paciente a dejar el hábito de fumar marihuana. De tal manera que a diferencia de un fumador o un alcohólico, el “marihuano” no sufrirá de ansiedad o delirium tremens.
En este punto cabe preguntar, ¿entonces por qué chingados la marihuana es una droga ilegal, y otras más peligrosas, como el cigarro, son completamente legales? La historia de la prohibición de la marihuana se remonta a principios del siglo XX, cuando en Estados Unidos se promovió la Ley Seca que prohibía la venta, almacenamiento, compra, fabricación y transporte de cualquier bebida alcohólica. Dadas las circunstancias, la marihuana se volvió una droga popular debido a que proveía al dependiente del chupe un efecto similar, con la ventaja de que no había resaca al día siguiente. Supuestamente la marihuana fue introducida a América por los esclavos negros, quienes acostumbraban consumir marihuana tras las largas jornadas laborales a las que eran sometidos.
De esta manera, fue rápidamente relacionada con las minorías pobres de aquél país, en esos días, aun más racista de lo que es hoy. Todo esto sumado orilló al señor Harry J. Anslinger, director de la Federal Bureau of Narcotics (FBN), a comenzar una lucha propagandística encarnizada en contra de la marihuana, logrando su penalización en 1937 con la “Marihuana Tax Act”. A partir de ese momento, no solo se volvió ilegal el uso de la marihuana, sino que también, en el inconsciente colectivo de toda la nación, quedo clara la imagen del criminal consumidor de marihuana, llevándola a creer que el fumarla no solo llevaba a la persona a un estado alterado, sino que también lo incitaba a cometer toda clase de locuras, desde reír histéricamente hasta tener un paro cardiaco a llegar a matar a alguien a sangre fría. La propaganda mediática en contra del cáñamo era tal que hasta nuestros días prevalecen muchas creencias erróneas sobre la marihuana, como aquella que la hace llamar la droga “starter” (“iniciadora” en español), ya que eventualmente, una persona que la consumiera normalmente, consumiría drogas aún más peligrosas y dañinas, como el LSD o la metanfetamina. Grandes empresas se unieron a esta campaña, no solo convencidas de sus peligros mortales, sino también por el hecho de su utilidad en la industria textil. Se cuenta que empresas como Philip Morris y DuPont aportaron generosas cantidades de dinero a la FBN con el objetivo de que su prohibición fuera total.
Tras su prohibición, en el campo de la ciencia esta quedo relegada a una simple lista de sustancias peligrosas y prohibidas, por lo que su estudio serio y cuidadoso fue pospuesto hasta varios años después, en la década de los sesenta, que desmentiría muchos de los mitos de los que fue presa en los años cuarenta.
En la actualidad, se conoce mucho más acerca de la planta y sus beneficios, como por ejemplo, en la remisión de los efectos secundarios de las quimioterapias para combatir el cáncer o la utilidad del aceite de sus semillas del mismo modo que se hizo de conocimiento popular su consumo por grandes artistas, músicos, científicos, escritores y filósofos de este último siglo. En algunos lugares del mundo su venta está permitida, siempre y cuando sea debidamente controlada, y su comercialización en Holanda esta en un impreciso limbo legal, y que los resultados fueron muy contrarios de lo que afirmaban los que se rehúsan a aceptarla, pues el consumo de esta droga no se ha incrementado, ni tampoco el índice de violencia en esta ciudad, conocida como la Ciudad Más Feliz del Mundo. En América existen muchos grupos detractores de su legalización, casi tantos como aquellos grupos que la defienden como algo recreacional e inofensivo, incluso ceremonial y medicinal, dignos herederos de los brujos y herbolarios de Asia y América del Sur.
En la opinión de este humilde escritor de notas, muchas sociedades, incluida la mexicana, no están debidamente preparadas para su legalización. Como cualquier droga y sus efectos, debe ser vista con un gran respeto, así como su estudio científico debe ser ampliado por quienes son expertos en esta materia. Pienso que aún queda mucho por aprender sobre esta planta y sus propiedades, en todos los sentidos y no considerarla una simple droga más que se pueda comprar por Internet o dentro de una cajetilla en la tienda, porque es importante darse cuenta de eso: con su despenalización, la mano de la industria y el capitalismo intervendría en su venta y compra, pues sin lugar a dudas es un gran negocio. En una sociedad que cada vez se inclina más al ocio y al entretenimiento inmediato, puede resultar contraproducente legalizar otra droga. No estoy en contra de su consumo, ni a favor, finalmente sin importar las leyes que se promulguen sobre la mota, la gente seguirá encontrando la manera de adquirirla y utilizarla. Y no es para menos, en algunas regiones de México es legal sembrar cannabis, siempre y cuando esta sea únicamente la variedad macho de la planta, no sobrepase un límite de producción anual y no sea sacada de la comunidad que subsiste de ella. La gran diferencia entre esas comunidades y la ciudad (además de las diferencias obvias) es que ellos ven a la planta del cannabis como sustento y vestimenta, como planta de culto, al igual que nuestros antepasados veneraban con gran respeto al maíz, y aquí en la ciudad todos esos conceptos son para muchos, motivo de burla. El único respeto que se tiene es por el dinero y el poder que este otorga. No digo que todos sean así, pero desafortunadamente es la mentalidad que prevalece en muchos sectores de la sociedad urbanizada y aunque no es imposible, si sería muy difícil crear una sociedad educada en cuanto al consumo de estupefacientes. Pensando en esto me pregunto: ¿Cuánta gente no mata, secuestra, defrauda, engaña, miente, embauca, usurpa, roba, golpea o viola a cambio del cochino dinero y su supuesto poder? Si, aquello de prohibir el dinero también me suena bastante ilógico y extraño.
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